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16 dic 2013

Que soñaba con el mar...


En Jánovas vuelve a haber humo. Solo procede de una chimenea, la de la escuela a medio restaurar, pero eso ya es una buena noticia. La mejor en décadas para este pueblo del Pirineo de Huesca, expropiado en 1961 y cuyos últimos vecinos resistieron hasta 1984 las presiones de la eléctrica Iberduero para anegarlo bajo las aguas de un pantano. El jueves, Jánovas comenzó a volver a manos de sus habitantes. Ese día, nueve propietarios firmaron con Endesa —la eléctrica que en 1993 adquirió la concesión hidroeléctrica— la reversión de las tierras y las casas. Fue en un acto frío y rápido en la Confederación Hidrográfica del Ebro, apenas una firma y un cheque que cambió de manos, pero a la vez supuso algo muy simbólico en la dura historia de Jánovas. “Volvemos a ser vecinos de este pueblo y ahora tenemos que escribir el futuro”, sonríe de medio lado Toni Garcés entre los escombros de Jánovas. Garcés paseaba ayer con las manos en los bolsillos tras su perra Luca por lo que queda del pueblo. Por las calles sin asfaltar y llenas de escarcha se acumulan los restos de los gruesos muros de piedra, caídos por la dinamita, los años, el agua y los saqueos. El apellido Garcés implica Jánovas. Su padre, Emilio Garcés, y su madre, Francisca Castillo, fueron los últimos en abandonar el pueblo. Un frío 20 de enero de 1984 cesaron su resistencia de más de 20 años desde que fueron expropiados. “Los ingenieros volaban las casas con dinamita para que nos fuéramos. No solo nunca nos pidieron perdón, sino que cuando nos veían nos miraban mal”, cuenta Toni. Junto a él está Javier, el mayor de los seis hermanos Garcés. A sus 64 años recuerda haber estudiado en la escuela, la que un día de 1966 fue cerrada sin previo aviso: “Entró la Guardia Civil, sacó a la maestra y a los niños y la echaron abajo”. Solo quedó la pizarra en una de las paredes que siguió en pie como testigo de que un día hubo niños en Jánovas. Vista de Jánovas, junto al río helado. / DAVID ASENSIO Los Garcés han firmado la reversión de las tierras, como otras nueve familias de Jánovas y de los núcleos de Lavelilla y Lacort, pero eso no implica que estén satisfechos. Toni explica que su familia recibió unas 100.000 pesetas en 1961 por sus tierras y la casa y ha tenido que pagar unos 3.500 euros de vuelta a Endesa por la mitad de ellas y su vivienda: “Restaurar mi casa cuesta unos 350.000 euros. Así que nos han echado 51 años por nada. Dimos una casa y nos devuelven una ruina. Aun así era mejor firmar y acabar con esto que seguir pleiteando”. Su impresión, y la de muchos del grupo de vecinos que los fines de semana acude a Jánovas a comenzar a preparar un futuro de pueblo habitado, es que lo mejor es llegar a un acuerdo. Quieren enterrar la más dramática historia de la dramática historia hidráulica en España. Es además una de las más largas, como recoge el libro Jánovas. Víctimas de un pantano de papel, de Marisancho Menjón. En 1917, el Estado autoriza un embalse hidroeléctrico en el río Ara que inundaría Jánovas y otros núcleos. El pueblo tenía unos 200 vecinos y está pegado al río, que ayer tenía buena parte de la superficie congelada. La obra fue cambiando de manos y de diseño hasta que en 1951 el Gobierno la declara de interés general. Eso permite a la eléctrica Iberduero expropiar los terrenos. En 1961 se publica la expropiación forzosa, aunque los vecinos creían que iban a conservar el derecho de seguir allí hasta que las aguas anegasen el valle. Entonces comienza la dinamita para volar las casas, el alcantarillado y los accesos. Los vecinos van marchando. En 1964 se despide de Jánovas la familia de Óscar Espinosa, un tipo fuerte de 40 años que hoy se empeña cada fin de semana en arreglar el pueblo al que confía en volver a vivir en unos años. En esa época también se marcha la familia de Ramón Salomón, un sastre jubilado de 74 años al que le tiembla la voz al despedirse: “Mi primer recuerdo es de los ingenieros colocando los caudalímetros. Ahora nos lo van a devolver, pero para mí llega tarde. Toda mi vida está marcada por este pantano. Es muy triste”. La escuela, las casas, los accesos y las alcantarillas fueron dinamitados Pese a arrasar la escuela y el pueblo y colocar carteles sobre el inminente inicio de las obras, el proyecto sufre retrasos y más retrasos. Con el Gobierno de Felipe González el acoso expulsa a los últimos resistentes y derriba la última de las 42 casas. Los pueblos vecinos también se despoblaron por la incertidumbre. Con la indemnización, unos compran una licencia de taxi en Barcelona, otros dan la entrada para un piso en Zaragoza... En 1993, año en que la concesión pasa a Endesa, se presenta un nuevo proyecto. Iba a inundar unas 2.700 hectáreas. En 2001, el Ministerio de Medio Ambiente lo desestima por su alto impacto ambiental. Comienza entonces la pelea de los vecinos por conseguir la reversión de las tierras. Tienen la razón de su parte, pero solo logran el reconocimiento en 2005 y tardan ocho años más en ver resueltos los primeros expedientes. Los que han decidido ir al jurado de expropiación porque discrepan del precio fijado por Endesa aún necesitarán más tiempo. “Si se hubiera construido el embalse, el pueblo estaría cubierto de agua y estaría olvidado. Así pasó en muchos sitios de España en esa época. Pero expulsar a tantas familias de aquella forma para no hacer nada es muy duro”, resume Toni Garcés. De los 129 expedientes de reversión, el jueves firmaron nueve familias y hay otros 30 con preacuerdos a falta de firma, según Manuel Larrosa, alcalde socialista de Fiscal, del que depende Jánovas, y que reclama inversión pública para dar accesos, agua y luz a los vecinos: “Fue el Gobierno quien autorizó la expropiación y quien luego anuló la concesión. Es quien debe ahora dar los servicios”. Xavier de Pedro, presidente de la Confederación Hidrográfica del Ebro, dependiente del Ministerio, define la reversión como “un acto de justicia después de que se expropiara para no hacer nada”. El plan para dar servicios a Jánovas prevé una inversión de 23,4 millones de euros hasta 2016. Aunque no hay partida en los Presupuestos de 2014, De Pedro considera que puede haber recurso de la Confederación y que el plazo es “complicado pero no imposible” de cumplir. Con las primeras actas de propiedad, los vecinos, que eran niños cuando les echaron, comienzan a imaginar el futuro: dónde debe ir el nuevo puente, donde el depósito de agua... Primero reconstruyeron la fuente y ahora están con la escuela y la casa de la maestra. Lo más importante. Su sueño es que algún día los niños de Jánovas aprendan allí la canción que La ronda de Boltaña dedicó al pueblo: “Quién me iba a decir a mí, / que soñaba con el mar, / que en un maldito pantano / mi casa iba a naufragar”.
"Noticia elpais,com" RAFAEL MÉNDEZ 15 DIC 2013 

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