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20 ago 2013

2013 ya se remata o estiu en Laspuña.



 La Sanmiguelada 
San Miguel, fue erigido patrón de las localidades donde convivían cristianos, moriscos y judíos, hasta la expulsión de nuestro país de estos dos últimos, ya que el arcángel aparece en los libros de las tres comunidades. El Santo tiene dedicadas diversas ermitas y parroquias en todo Aragón. Para San Miguel Arcángel (29 de septiembre) terminaba el ciclo agrícola o el año laboral y, así, los jornaleros finalizaban el contrato con sus amos o lo renovaban por un año más. Era la "sanmiguelada", fecha en la que se ajustaban las cuentas del año y se decidían para el siguiente. Coincidía este día con el repaso de cuentas en las casas, con el ajuste de mozos y sirvientas, la renovación de médicos, farmacéuticos… era algo así como el balance de ingresos después de los gastos onerosos que imponía la recolección, entre fatigas, sudores y lágrimas… Era el día de San Miguel, “revolvedor” en que la casa de labrador, asalariaba su servidumbre para el año próximo; firmaba el contrato de arriendo de sus domicilios o de sus tierras; vencían los pagaré, el préstamo o la hipoteca; y en dicho día se celebraba en muchos lugares, la feria de la servidumbre, a donde concurrían de casi todos los pueblos de la montaña y donde se celebraban ajustes y buscaban criados, como si se tratase de un mercado de ganado. Una feria de este tipo muy importante se daba en el lugar de Graus. La llegada de San Miguel suponía un verdadero trasiego de gente joven de ambos sexos; servían en casas de labranza en los pueblos, y en la ciudad como doncellas, cocineras, o niñeras. Los asalariados se vinculaban a las casas, por espacio de una añada, de sanmigalada a sanmigalada, que era la fecha crucial del calendario agrario y el hito temporal de renovación o rescisión de los contratos entre amos y jornaleros. En general esos contratos eran de carácter verbal, en los que la dieta de los jornaleros era muy importante, ya que ésta, se constituiría en uno de los factores de descontento de los jornaleros, ya que muchos de ellos se contrataban poco más que por la comida. La sociedad montañesa era eminentemente autárquica y la circulación del dinero estaba en estado muy embrionario. El refranero popular, hace gala de un enorme sentido irónico: “¡Ya van en menos las malas, que me quedan once meses y tres semanas!” Este axioma popular ha quedado como patrón definidor de las servidumbres sacrificadas. Estar hastiado del comportamiento del amo a la primera semana del contrato es harto significativo. La abstinencia de los jornaleros es un hecho muy divulgado por toda nuestra tierra. Dado el alto índice de testimonios orales, no podemos negar que la frugalidad no estaba exenta en la dieta alimentaria tradicional. El patrimonio y el gobierno doméstico tenía en la virtud del ahorro, una conducta de ejemplaridad. A veces la acción de ahorrar rayaba en la cicatería y en el egoísmo. Y de ello dejaron constancia los peones. Eran también fechas de retorno de los pastores de las montañas para los que la climatología impedía continuar en los valles pirenaicos, y era el momento de regresar a la tierra baja, a los pastos de invernada. Este descenso se realizaba, en ocasiones, de forma escalonada. En Ansó, las ovejas subían a los puertos el 10 de julio y permanecían en ellos hasta el 29 de septiembre.

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