(Foto actual de Pepe Nerin, cura de Laspuña en la decada de los 70)
SI SIGUEN POR ESTE “CAMINO”…
Martínez Camino acaba de declarar “herejes” a cuantos parlamentarios voten a favor de la revisión de la ley del aborto, amén de a cuantos favorezcan, participen, se relacionen, etc., con actos que tengan que ver con la interrupción voluntaria del embarazo. Y lo acaba de decir públicamente desde la actitud que siempre le caracteriza: sin complejos, es decir, con aire de suficiencia, pontificando, condenando, desafiando. Excomulgando, es decir, echando de la comunidad a los que él considera disidentes o desobedientes. Rápidamente ha reaccionado la clase política, especialmente los partidos políticos con una más o menos amplia adscripción cristiana, exhibiendo su mayoría de edad política que no acepta que los obispos les manden lo que hay que votar. Que una cosa es una cosa y otra otra. Que los obispos tienen que entender y aceptar la autonomía de lo político, a la vez que la autonomía de todas las realidades temporales.
Mientras tanto, la utilización de términos que al personal le suenan de otra época (excomunión, herejía…) aumenta en la gente la sensación de que la institución, los obispos, han perdido el tren y se aferran inútilmente a un poder medieval que, aunque ellos no parecen darse cuenta, hace tiempo que perdieron. Digámoslo claro: al personal le importan un bledo estas amenazas canónicas, mientras aumenta el desprestigio de nuestros dirigentes episcopales que trae como consecuencia el desprestigio de la Iglesia como tal considerada como algo de otra época y ya superada por la historia y las circunstancias actuales. De ahí a la irrelevancia social va un solo paso y los obispos (al menos los que dirigen la CEE) nos llevan a ello, incluso aunque piensen que están haciendo lo contrario.
A lo largo de diferentes editoriales he intentado dejar claros algunos puntos, según mi parecer y el de muchos: que la vida humana o la persona comience en el mismo instante de la concepción es una opinión pero no es compartida por todo el mundo ni mucho menos (a este paso acabarán por mandarnos que bauticemos a los fetos); que no se trata de un “asesinato”; que no se trata de imponer el aborto ni de estar a favor de él (ya que, en mi opinión y en la de la inmensa mayoría, es un mal) sino de despenalizarlo en determinados casos, mejorando, desde mi punto de vista, el gran agujero que suponía la ley anterior y que permitía abortar por el bien psíquico de la madre en cualquier momento: ahora se limitan los plazos, cosa que antes no ocurría; que no se presenten como los “defensores de la vida”, como quienes están a favor de la vida frente a los que estarían en contra (¡qué barbaridad!). Pero bueno, con todo, los obispos, como cualquier persona, pueden mantener unas ideas mucho más estrictas, ¡faltaría más! Y exponerlas, por supuesto.
Llegados a este punto y, cansado de que se siga poniendo tanta carga emocional en este asunto en lugar de racionalizarlo y debatirlo sin aspavientos, sólo pediría a los obispos un cambio de “actitud”, manteniendo las ideas que quieran. Si siguen apareciendo “antipáticos” (al portavoz es que ya no se le puede aguantar por su aire chulesco); si no exponen sus ideas en otro tono; si en lugar de condenar trataran de ayudar a rehacer vidas, a animar, tal como hacía Jesús; si en lugar de levantarse un portavoz por la mañana a decir exabruptos que se le han ocurrido a él y a dos o tres más la noche anterior trataran de hablar con todos, favorecieran los debates en la misma Iglesia y no se creyeran los dueños del dogma; si usaran un lenguaje más actual; si no fueran “radicales” en el sentido de aferrarse a posturas extremas sino que intentaran serlo en el de ir a la raiz evangélica; si… Entonces la cosa sería distinta.
Sin embargo, si siguen por este “camino”, ellos se sentirán muy satisfechos, incluso pensarán que están practicando la denuncia profética. Pero a los de la base nos están haciendo la puñeta. Es posible que los “fieles” católicos, cuya fidelidad esté a prueba de bombas, no vayan a abandonar el barco, porque ellos, tan poco tenidos en cuenta, sí que se sienten Iglesia (“la parroquia es mi segunda casa”, me suelen decir) aunque expresan claramente su malestar con todos esos obispos que en vez de conciliar se dedican a enfrentar. Pero que me digan a quién puede apetecerle acercarse y ser miembro de una Iglesia que les presenta esa cara tan fea y antipática. Están espantando a posibles conversos o simpatizantes. Están haciendo imposible la misión, la pastoral misionera. Están anulando las campañas que tratan de presentar la labor benefactora de la Iglesia en nuestra sociedad. Nos están haciendo polvo pastoralmente, porque cuando personas que no pisan la iglesia participan con nosotros en alguna celebración, cuando hablamos por la calle y nos sentimos cercanos, cuando nos felicitan por palabras que hayamos dicho o publicado, se trata de reconocimientos a nuestra persona, vida o actividad, pero siguen permaneciendo convencidos de que somos una excepción en una Iglesia que no tiene remedio.
Que no se pué aguantar, vaya. Que no hay derecho a que unos pocos se carguen la labor de todos los demás, por muy mitrados que sean, actuando como si fueran los dueños del melonar (¡qué pretensiones!). Que su cara y gesto antipáticos no son precisamente los de Jesús de Nazaret.
Pepe Nerín
13.11.2009
Martínez Camino acaba de declarar “herejes” a cuantos parlamentarios voten a favor de la revisión de la ley del aborto, amén de a cuantos favorezcan, participen, se relacionen, etc., con actos que tengan que ver con la interrupción voluntaria del embarazo. Y lo acaba de decir públicamente desde la actitud que siempre le caracteriza: sin complejos, es decir, con aire de suficiencia, pontificando, condenando, desafiando. Excomulgando, es decir, echando de la comunidad a los que él considera disidentes o desobedientes. Rápidamente ha reaccionado la clase política, especialmente los partidos políticos con una más o menos amplia adscripción cristiana, exhibiendo su mayoría de edad política que no acepta que los obispos les manden lo que hay que votar. Que una cosa es una cosa y otra otra. Que los obispos tienen que entender y aceptar la autonomía de lo político, a la vez que la autonomía de todas las realidades temporales.
Mientras tanto, la utilización de términos que al personal le suenan de otra época (excomunión, herejía…) aumenta en la gente la sensación de que la institución, los obispos, han perdido el tren y se aferran inútilmente a un poder medieval que, aunque ellos no parecen darse cuenta, hace tiempo que perdieron. Digámoslo claro: al personal le importan un bledo estas amenazas canónicas, mientras aumenta el desprestigio de nuestros dirigentes episcopales que trae como consecuencia el desprestigio de la Iglesia como tal considerada como algo de otra época y ya superada por la historia y las circunstancias actuales. De ahí a la irrelevancia social va un solo paso y los obispos (al menos los que dirigen la CEE) nos llevan a ello, incluso aunque piensen que están haciendo lo contrario.
A lo largo de diferentes editoriales he intentado dejar claros algunos puntos, según mi parecer y el de muchos: que la vida humana o la persona comience en el mismo instante de la concepción es una opinión pero no es compartida por todo el mundo ni mucho menos (a este paso acabarán por mandarnos que bauticemos a los fetos); que no se trata de un “asesinato”; que no se trata de imponer el aborto ni de estar a favor de él (ya que, en mi opinión y en la de la inmensa mayoría, es un mal) sino de despenalizarlo en determinados casos, mejorando, desde mi punto de vista, el gran agujero que suponía la ley anterior y que permitía abortar por el bien psíquico de la madre en cualquier momento: ahora se limitan los plazos, cosa que antes no ocurría; que no se presenten como los “defensores de la vida”, como quienes están a favor de la vida frente a los que estarían en contra (¡qué barbaridad!). Pero bueno, con todo, los obispos, como cualquier persona, pueden mantener unas ideas mucho más estrictas, ¡faltaría más! Y exponerlas, por supuesto.
Llegados a este punto y, cansado de que se siga poniendo tanta carga emocional en este asunto en lugar de racionalizarlo y debatirlo sin aspavientos, sólo pediría a los obispos un cambio de “actitud”, manteniendo las ideas que quieran. Si siguen apareciendo “antipáticos” (al portavoz es que ya no se le puede aguantar por su aire chulesco); si no exponen sus ideas en otro tono; si en lugar de condenar trataran de ayudar a rehacer vidas, a animar, tal como hacía Jesús; si en lugar de levantarse un portavoz por la mañana a decir exabruptos que se le han ocurrido a él y a dos o tres más la noche anterior trataran de hablar con todos, favorecieran los debates en la misma Iglesia y no se creyeran los dueños del dogma; si usaran un lenguaje más actual; si no fueran “radicales” en el sentido de aferrarse a posturas extremas sino que intentaran serlo en el de ir a la raiz evangélica; si… Entonces la cosa sería distinta.
Sin embargo, si siguen por este “camino”, ellos se sentirán muy satisfechos, incluso pensarán que están practicando la denuncia profética. Pero a los de la base nos están haciendo la puñeta. Es posible que los “fieles” católicos, cuya fidelidad esté a prueba de bombas, no vayan a abandonar el barco, porque ellos, tan poco tenidos en cuenta, sí que se sienten Iglesia (“la parroquia es mi segunda casa”, me suelen decir) aunque expresan claramente su malestar con todos esos obispos que en vez de conciliar se dedican a enfrentar. Pero que me digan a quién puede apetecerle acercarse y ser miembro de una Iglesia que les presenta esa cara tan fea y antipática. Están espantando a posibles conversos o simpatizantes. Están haciendo imposible la misión, la pastoral misionera. Están anulando las campañas que tratan de presentar la labor benefactora de la Iglesia en nuestra sociedad. Nos están haciendo polvo pastoralmente, porque cuando personas que no pisan la iglesia participan con nosotros en alguna celebración, cuando hablamos por la calle y nos sentimos cercanos, cuando nos felicitan por palabras que hayamos dicho o publicado, se trata de reconocimientos a nuestra persona, vida o actividad, pero siguen permaneciendo convencidos de que somos una excepción en una Iglesia que no tiene remedio.
Que no se pué aguantar, vaya. Que no hay derecho a que unos pocos se carguen la labor de todos los demás, por muy mitrados que sean, actuando como si fueran los dueños del melonar (¡qué pretensiones!). Que su cara y gesto antipáticos no son precisamente los de Jesús de Nazaret.
Pepe Nerín
13.11.2009
No estando de acuerdo con el aborto como método anticonceptivo, que no nos engañenos, es la finalidad de la nueva proposición de ley, como anteriormente lo era el famoso "tercer supuesto", cada vez tengo mas claro que el problema de los obispos y demas jerarcas católicos es que no creen en Dios.
ResponderEliminarPerdona, a mi no me engañan, igual eres tu el engañado.
ResponderEliminarCrees realmente que hay alguna mujer en el mundo que decide abortar "como método anticonceptivo"?
Abortar es una decisión muy dificil y muy dura que desgraciadamente en un momento de su vida puede tener que decidir una mujer, por circunstancias personales y diversas tan duras como por ejemplo no tener suficiente dinero para su manutención, y aun deseando tener un hijo/a, desgraciadamente y muy a su pesar se ve con la necesidad de hacerlo, y DEBE poder decidirlo libremente y con el amparo de la ley, para así poderlo hacer con total seguridad para su salud y para el profesional que lo realiza, y este es el objeto de la nueva proposicion de ley amigo.
Recordad que los comentarios deben firmarse.
ResponderEliminarGracias
Apreciada amiga,
ResponderEliminarNada mas lejos de mi intención que el polemizar, de hecho probablemente en una manifestación a favor/en contra del aborto estaríamos en el mismo bando.
Me alegra el que tu lo tengas tan claro, por mi parte tengo muchas dudas, ninguna de carácter religioso, por cierto.
¿Se trata basicamente de un derecho de la mujer?
¿No es peligroso reducirlo a un tema de idoneidad económica o de espacio/tiempo?
¿Existen otras posibilidades eticamente menos difíciles de asumir?
Repito, no lo tengo nada claro, y si lo llevamos a la práctica, en los casos (varios) que conozco no sé si eran las únicas/mejores opciones. En la mayoría de casos no me lo han parecido.
Lo siento amiga, pero yo dudo, solo eso.
Raúl