Los navateros ultimaron el mismo domingo por la mañana la instalación de las remeras en la embarcación antes de la salida por el cauce del Gállego y protagonizaron un recorrido que no estuvo exento de emociones en el tramo inicial, con algunas curvas en su trazado pero que posteriormente dio lugar a una travesía muy vistosa para un público que, pese a la amenaza de la lluvia, disfrutó ayer con esta embarcación tradicional que navegó con corrientes del orden de unos 55 metros cúbicos por segundo y una subida del nivel del agua.
El navatero y presidente de la Asociación de Nabateros d"a Galliguera, Fermín Ortas, disfrutó del descenso que compartió por primera vez junto a su hijo, Martín Ortas, nuevo tripulante de la embarcación.
En el séptimo descenso por el río Gállego, Ortas destacó el ritmo y el manejo de la navata que en los primeros compases puso a prueba la pericia de sus ocho tripulantes que se desenvolvieron con soltura pese a las dimensiones de la embarcación, de 17 metros de largo. "Al principio teníamos dudas del comportamiento que iba a tener la navata dentro del agua a diferencia de una más pequeña. Al final todo ha ido muy bien y el resultado es muy satisfactorio por la gente que nos ha acompañado durante todo el recorrido", matizó.
Respecto a las condiciones del caudal, señaló que proporciona "una velocidad muy buena para poder corregir sin ningún problema la dirección de la navata".
El objetivo para el año próximo es favorecer las condiciones de la construcción de dos navatas. En las maniobras también participaron otros dos navateros del Sobrarbe que aportaron su experiencia a sus compañeros de travesía de Biscarrués.
Tete Mozota, navatero del Sobrarbe(Ainsa), destacaba en declaraciones a este periódico la destreza que han adquirido los navateros de la Galliguera en los últimos años. "Ya la manejan ellos mismo aunque siempre es el apoyo de compartir esta experiencia y emoción", comentó.
Para Mozota, "cada descenso, la embarcación, la madera y el río son diferentes". Apuntó que los ríos que se navegan en la Comarca del Sobrarbe "tienen mucha más grava y en el Gállego hay mucho más volumen de agua que permite manejar mejor la navata".
Por su parte, Joaquín Ceresuela, navatero también del Sobrarbe(Laspuña), comentaba que éste ha sido el segundo año que ha compartido la experiencia con los almadieros de la Galliguera. "Tanto en la construcción como en el descenso pueden bajar solos y están preparados tras siete descensos", apuntó.
Para Martín Ortas éste ha sido un año especial dado que los nervios iniciales de su primer descenso a bordo de la navata de la Galliguera se han traducido en una experiencia inolvidable. "Ha sido muy divertido aunque ha habido que tener cuidado y ha ido todo muy bien", resaltó. No en vano, este joven tripulante ha colaborado en la construcción de las navatas de los últimos años.
En cuanto a las dificultades que entraña el manejo de una embarcación de estas características indicó que "hay que remar muy fuerte en los momentos difíciles" y matizó que la embarcación precisa maniobras que deben ejecutarse con bastante antelación antes de salvar piedras y rápidos.
Manuel Aranda, vecino de Biscarrués, que contempló la llegada de la navata al Puente de Santa Eulalia de Gállego, resaltó la recuperación de una tradición sobre el transporte fluvial de la madera y, a su vez, reivindicó "un río vivo, que se utiliza, está en plena acción y que se vendría abajo en el caso de que se hiciera el pantano pequeño de Biscarrués".
El navatero y presidente de la Asociación de Nabateros d"a Galliguera, Fermín Ortas, disfrutó del descenso que compartió por primera vez junto a su hijo, Martín Ortas, nuevo tripulante de la embarcación.
En el séptimo descenso por el río Gállego, Ortas destacó el ritmo y el manejo de la navata que en los primeros compases puso a prueba la pericia de sus ocho tripulantes que se desenvolvieron con soltura pese a las dimensiones de la embarcación, de 17 metros de largo. "Al principio teníamos dudas del comportamiento que iba a tener la navata dentro del agua a diferencia de una más pequeña. Al final todo ha ido muy bien y el resultado es muy satisfactorio por la gente que nos ha acompañado durante todo el recorrido", matizó.
Respecto a las condiciones del caudal, señaló que proporciona "una velocidad muy buena para poder corregir sin ningún problema la dirección de la navata".
El objetivo para el año próximo es favorecer las condiciones de la construcción de dos navatas. En las maniobras también participaron otros dos navateros del Sobrarbe que aportaron su experiencia a sus compañeros de travesía de Biscarrués.
Tete Mozota, navatero del Sobrarbe(Ainsa), destacaba en declaraciones a este periódico la destreza que han adquirido los navateros de la Galliguera en los últimos años. "Ya la manejan ellos mismo aunque siempre es el apoyo de compartir esta experiencia y emoción", comentó.
Para Mozota, "cada descenso, la embarcación, la madera y el río son diferentes". Apuntó que los ríos que se navegan en la Comarca del Sobrarbe "tienen mucha más grava y en el Gállego hay mucho más volumen de agua que permite manejar mejor la navata".
Por su parte, Joaquín Ceresuela, navatero también del Sobrarbe(Laspuña), comentaba que éste ha sido el segundo año que ha compartido la experiencia con los almadieros de la Galliguera. "Tanto en la construcción como en el descenso pueden bajar solos y están preparados tras siete descensos", apuntó.
Para Martín Ortas éste ha sido un año especial dado que los nervios iniciales de su primer descenso a bordo de la navata de la Galliguera se han traducido en una experiencia inolvidable. "Ha sido muy divertido aunque ha habido que tener cuidado y ha ido todo muy bien", resaltó. No en vano, este joven tripulante ha colaborado en la construcción de las navatas de los últimos años.
En cuanto a las dificultades que entraña el manejo de una embarcación de estas características indicó que "hay que remar muy fuerte en los momentos difíciles" y matizó que la embarcación precisa maniobras que deben ejecutarse con bastante antelación antes de salvar piedras y rápidos.
Manuel Aranda, vecino de Biscarrués, que contempló la llegada de la navata al Puente de Santa Eulalia de Gállego, resaltó la recuperación de una tradición sobre el transporte fluvial de la madera y, a su vez, reivindicó "un río vivo, que se utiliza, está en plena acción y que se vendría abajo en el caso de que se hiciera el pantano pequeño de Biscarrués".
(Noticia Diario Alto Aragón)
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